Empecé mi carrera como enfermera con sólo 22 años, llena de ilusión y ganas de ayudar a las personas enfermas. Sin embargo, enseguida me di cuenta de que mis conocimientos no eran suficientes para aliviar el malestar de las personas con enfermedades crónicas. Me di cuenta de que, a pesar de la dedicación, a menudo no conseguía mejorar suficientemente la calidad de vida de los pacientes.
Con esta inquietud y con la convicción de que la persona es un TODO, continué mi formación: cursé posgrados, másters y otras especializaciones. Pero todavía faltaba una pieza clave para paliar en serio el sufrimiento de mis pacientes.
Esta búsqueda incesante probablemente viene de haber vivido de cerca el dolor de personas muy queridas para mí. Cuando me diagnosticaron una enfermedad autoinmune, decidí especializarme en PNIE (psiconeuroinmunoendocrinología). La PNIE trata la salud de forma integrativa, teniendo en cuenta las esferas psicológica, neurológica, endocrina e inmunológica de cada persona, y busca el origen de cualquier patología. Aquí encontré la forma de ayudar de verdad: no se trata de “dar una pastilla” para tapar el síntoma, sino de buscar su causa, su origen profundo, y así poder abordarlo y solucionarlo.
Es cierto que gracias a los avances de la medicina y la tecnología, la esperanza de vida ha aumentado considerablemente. Sin embargo, todavía faltan recursos destinados a promocionar la SALUD, es decir, a educar a la población para evitar la enfermedad.